lunes, 7 de marzo de 2016

Estación Bayamón (2005)

Saboreas, mientras esperas, una última cucharita fría.  De lejos lo ves venir con el tintineo y la voz carraspeada “coco, piña, parcha”. Don Jesús ha envejecido. Lo recuerdas cuando eras niño y vendía helado frente al portón de la escuela. Te acuerdas de su nombre porque es el mismo tuyo; aunque tú estás seguro que él no se acuerda de ti. Hace un rato le compraste a otro heladero de parcha y coco; lo que tú querías era piña. Ahora llega Don Jesús más viejo que como lo recuerdas con el sabor de piña de tu deseo. Gordo, canoso, blanco colorado; colorado de hinchazón, no de salud robusta como cuando tú eras un nene y el amarillo chillón de la piña te seducía. Existencia de heladero desde entonces. Papi te decía que él tenía un poco de retardación, de moronería; por eso era lento… algo así decía tu papá. No te atreves a acercarte, a conversar. Por pendejo quizá, por falto de tiempo tal vez. O por que a veces no te gusta hablar con la gente, solo observar. Hoy, como muchos, es un día de esos. Quizá porque ver a Don Jesús te lleva a la nostalgia de una niñez perdida en el recuerdo. Una niñez con papá y mamá que ahora como Don Jesús están viejos. Dejas de pensar. Más tarde te recogerán en la estación. Te vas a comprar el helado de piña de tu deseo sin importarte las calorías del anterior.

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