jueves, 9 de febrero de 2017

Hegel, Dussel y un Pienso, luego escribo

La historia humana es la historia de la esclavitud. En todos los paradigmas conocidos existe algún tipo de relación de poderes basada en algún tipo de dialéctica de amo y esclavo. En lo conocido, el sometido y el Dominador traspasa todos los relatos. Se nos ocurre que tal concurrencia temporal está a su vez sometida al hecho biológico y metafísico de la muerte.

La dialéctica del amo y el esclavo.
La sumisión de la vida a la muerte.

Subsumida esta relación hegeliana, se convierte en un juego el intento de su subversión. Un juego.

No hay libertad posible. Sólo el juego es posible. El juego.

El verdadero cambio epistémico sería abolir dicha relación. Sin embargo, puesto que esta (nuestra) realidad se manifiesta con unas reglas absolutamente superiores dominadoras de lo humano (sea esto lo que queramos), la libertad es la utopía. (Ninguna novedad, por otra parte).

Estamos seguros que Dussel lo sabe. Según la teoría, el intelectual se posiciona fuera del sistema (aún cuan artificial sea esta estrategia).  Y entendemos que su recorrido por su experiencia y el conocimiento adquirido a través del estudio de otras culturas y sus filosofías éticas va más dirigido a atender la inmediatez, a la fehaciente realidad del sufrimiento de un número inimaginable de personas. De un dolor material que se instala en lo físico, en la biología del cuerpo.

Entendemos que si desde su subjetividad ha vivido la experiencia de la trascendencia y el bienestar absoluto (aunque sea un instante), desee propagar esa posibilidad.

La posibilidad, no de libertad, sino de disfrute.

Y por esto,  sin embargo, porque el disfrute es algo tan subjetivo, nos parece que defender y buscar la emancipación es un acto perverso.  Conducente solo a una egoísta percepción del paso acelerado del tiempo. Una inutilidad que siempre vuelve al juego. Al juego.

Al hecho de que no  somos más que animalitos locos gritando al sol.

Así pues, Dussel es lúdico. Y se apoya en la idea de Latinoamérica, una Latinoamérica de raza cósmica, recipiente de todas las tradiciones de la humanidad. La Filosofía de la Liberación es, a pesar de su disfraz de libertad, una teoría profundamente conservadora. Conservadora en lo práctico, en cuanto busca de hecho, conservar una idea de acervo humano fundada en un carácter multiversal dentro de un gran sistema en diálogo o tensión.

Es todo, la Semiosfera. No hay salida. Bueno, sí, una que pocos quieren. Aunque la adelantemos en cada paso.

Así, nos servimos del propio Dussel y sus teorías integradoras, para criticarle. Se nos podría acusar de no tener las herramientas metodológicas para producir una refutación razonada (y sin poner lo anterior en cuestión ya sabemos los problemas que nos ha dado la razón). Desde estas mismas teorías, se sabe que el subalterno no necesita permiso ni autoridad para expresarse.

Todo lenguaje es lenguaje humano, por ende: válido. Fruto de un acervo, de un pozo vivo, enterrado en el confín del tiempo.

La única autoridad la ofrece la manifestación de la palabra. Su enunciación. No hace falta más para ser libre. El sometimiento a la Palabra.

Juguemos.

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